El orco avanza a paso pesado por aquel linde del bosque, no sebe muy bien donde esta, cree que en las praderas andaluzas, va cubierto de metal, aunque bajo el esta aquella capa de tela, a su espalda, lleva una mochila, su ruta es llegar a Barcelona, aun le falta tramo, y es de día, por lo cual es mas vulnerable a los ojos de los extraños, mas en aquel sábado que salen de paseo aquellos hombres y mujeres citadinas, se detiene en aquel pequeño bosquecillo, de la mochila saca un localizador, trata de ubicar su posición, aquellas carreteras le desconcentran, recuerda cuando estas no estaban ahí, cuando según dicen los antiguos, todo era verde y raso.
Así, una vez ubicada su posición y trazada la ruta, comienza de nuevo, su andar no es nada sigiloso, a cada paso que da la metálica armadura golpea con la hoja de su espada, que no es nada en especial, solo un trozo de metal sin filo casi, pero empuñada por sus brutales manos, es capas de cortar un cráneo por mitad.